Los rubios de mi vida
A lo largo de mi vida he tenido ciertos encuentros a lo Antes del Amanecer, sólo que más inocentes y a menudo más breves. Siempre me he preguntado qué fue de aquellos chicos, que tenían en común ser rubios (los rubios, por lo general, no son mi tipo... A lo mejor por eso no les di mi teléfono).
Cuando tenía 15 años mis padres me enviaron a uno de esos cursos en Irlanda que todos hemos hecho alguna vez. Había un chico (rubio) muy simpático del que todo el mundo decía que iba a por mí (era lo que decíamos entonces; el lenguaje también evoluciona). Yo no le hice mucho caso, hasta el último día. Nos fuimos a dar un paseo por los jardines de la escuela y me contó que era de Valencia, que se llamaba Álvaro y que de mayor quería ser piloto (Álvaro, si lees esto, que sepas que aún te recuerdo). Prometimos sentarnos juntos en el vuelo de vuelta para seguir hablando, y que en aeropuerto intercambiaríamos los datos. Lástima que él volara a Barcelona y yo a Madrid... Nunca más volví a saber de él.
El verano pasado, en San Petersburgo, tuve una tórrida relación de cuatro días con un chico francés que era guapo hasta extremos indecibles... Y que cuando le propuse irme a Lyon con él (ya digo que la relación alcanzó cotas de romanticismo bastante altas) me contó que a su novia no le gustaría. Así que, herida en mi amor propio, el último día en San Petersburgo me fui con un chico alemán de mi clase a visitar los jardines de Pavlóvsk (el lugar más idílico de la tierra, sin duda). El chico (rubio, claro está) se llamaba Dobbs (creo... o algo similar) y era de Hamburgo. Fue un día maravilloso; rodeados de naturaleza y palacios de cuento de hadas... Yo me pegué un hostiazo contra un pino enorme, lo cual fue motivo de risas el resto del día. Nos contamos nuestras vidas en verso y prosa, y cuando empezó a anochecer enfilamos de vuelta a la residencia. Yo sabía que Dobbs querría pedirme mi mail o algo similar, pero, escarmentada por mi experiencia con el chico francés, esquivé el tema hasta bajarme de la marshurtka, y me despidé con un simple "hasta luego". Me arrepentí en cuanto me volví y vi su cara de sorpresa... Seguramente no me hubiera costado nada ir a verle a Hamburgo alguna vez.
Hoy he hecho un pequeño trabajito para una compañía de cruceros en la que necesitaban intérpretes. He conocido a un rubio super majo que hablaba francés y español. Cuando le he dicho que mi experiencia con los suecos hasta el momento no era muy buena, Pontus me ha apuntado su número en un papel y me ha dicho que le llame, que él no es un sueco como los otros. Yo tenía un perro que se llamaba Pontus, pero aun así el chico me ha caído bien y he decidido llamarle pase lo que pase, porque para un sueco majo que me encuentro... El problema, el único problema, es que no tengo ni idea de dónde he metido el papelito con su número.
Así que me temo que Pontus pasa a ser uno más de los rubios de mi vida...: breve, pero intenso ;)
6 comentarios
Cvalda -
Bosco -
Denise -
Busca el número, que me muero de las ganas de saber cómo es un sueco "distinto a los demás"
:-)
Superflicka -
(El otro post lo borré porque fue un ataque de rabia. Y quiero que mi blog sea alegre y colorido. Nadie me lee para amargarse la vida... ¡Además ya encontré trabajo! ^^)
Habibi -
Habibi -
Somos todos unos idiotas, deberíamos decir lo que pensamos siempre, deberíamos decir lo que sentimos siempre. Pero no lo hacemos. Somos idiotas.
(Respecto a la música pop... es un mensaje que se puede decir de todos los países).